lunes, 7 de marzo de 2011

Poesia de Sinda Miranda.

Poesías Inéditas

S

Cielo

De nuevo el agradable vacío;
con el silencio que susurra,
palabras de amor.

La quietud en la nada.
El infinito entre mis manos.

Yo sé que el cielo existe,
porque hay nieve en las montañas.

Lo sé también cuando me besas,
cuando me besas...
en los labios.



   Ego y Alma

Quien se sienta capaz

de juzgar un poema,

que antes se desnude

y me hable de su infancia.



Entre el Agua y el Vino

Porque sé cuánto duele
cambiar de trabajo,
de aire y de amigos.

Porque tuviste el valor
de creer en tus sueños
y afrontar tu destino.

Porque siempre que fuiste libre
supiste elegir
entre el agua y el vino.

Nunca te propondré
que lo dejes todo
y te vengas conmigo.



Tuya Soy

Si golpean
a mi puerta,
no les abro.

Si me llaman
por teléfono,
no contesto.

Nadie viene,
que yo sepa,
a buscarme.

Porque a nadie,
le permito
que haga eso.

Si me llaman
por mi nombre,
en la calle...

Si me miran,
a los ojos,
con deseo...

Pienso en vos,
amor mío
y te encuentro.

Tuya soy,
tuya desde
que estás dentro...



En medio pliego de papel

En medio pliego de papel,
escribo TU NOMBRE
con letras bien grandes.

Y para recordarlo siempre...
lo sujeto con una chinche fuscia

en la pizarra de corcho

de mi corazón.



El Mensaje

Estaba en mí,
y no era yo.
No era
lo que interpretarón cuando hablé.
No era mi voz, ni mi corazón.
No fui lo que escucharon

ni lo que leyeron,

no no
no.

Fue la Vida,
esa de miles de años;
la que de repente nace,

asusta,

inquieta
y sorprende.
La que utiliza las bocas
de extrañas personas,

para decir lo que quiere...



¿Dónde descansan los ángeles?

De niña jugaba con ellos,
me visitaban de tarde,
vestidos de blanco sin alas,
sin alas ni equipaje.

Acudían a mi habitación,
como un reloj de puntuales;
para cantarme una canción
y entre sus brazos cobijarme.

He oído que en la tierra,
andan cerca de los mares;
cuando la gente los ignora

y no comprende sus mensajes.

Pero yo, que soy distinta,
que puedo verles y escucharles;
llevo tiempo tras sus huellas
en un dulce peregrinaje.

Te pregunto lector,
¿dónde descansan los ángeles?

porque yo no lo sé,
y uno de ellos... es mi padre.

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